miércoles, 16 de enero de 2008

la séptima ola

En las largas horas que paso sentado en el banco de Dreyfus, mi cerebro vagabundea, sueña con el pasado y recrea proyectos de color de rosa para el porvenir. A menudo, mis ojos son deslumbrados por un exceso de luz, por los reflejos platinados de la cresta de las olas. A fuerza de mirar ese mar sin realmente verlo, conozco todos los caprichos posibles e imaginables de las olas impelidas por el viento. El mar, inexorablemente, sin fatigarse jamás, ataca las rocas más avanzadas de la isla. Las escarba, las descascarilla y parece que le dijera a la isla del Diablo: “Vete, es preciso que desaparezcas; me estorbas cuando me lanzo hacia Tierra Grande; me obstaculizas el camino. Por eso, cada día, sin descanso, me llevo un trocito de ti.”


—Nosotros llamar Lisette a la ola que un día se te llevará. ¿De acuerdo?
—De acuerdo.
[...]
Una, dos, tres, cuatro, cinco, seis...y he aquí que llega Lisette.
.
("Papillon", Henri Charrière.)

- Estudio y olas.-

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