viernes, 27 de octubre de 2017

el ficus



El otro día, arreglándole una rama, me di cuenta de que él estuvo conmigo en la mesa de mi primer trabajo serio en esta ciudad. También en la terraza de mi casa, mi primera casa, desde el día que llegué, sola pero TAN contenta, y lo celebramos muchas veces, y luego allí también, cada vez que charlaba casi por señas con el señor mayor medio sordo tan simpático del edificio de enfrente que salía a fumar a escondidas, y que un día dejó de salir, y no volví a ver, y me dio tanta pena que quise pensar que se había ido a vivir con sus nietos al pueblo o a algún lugar bonito. También cuando llovía, y le cambié al alféizar de la ventana para que no se mojara y para verle tumbada desde el sofá mientras pasaba el invierno y las penas, esa noche que volví a casa con el corazón roto y que fue demasiado pronto, y más tarde esa otra noche cuando sólo me dio la mano y su teléfono y le miré y decidí no hacerle las tres preguntas porque era demasiado tarde. Y cuando volvió a hacer bueno, y salíamos las chicas a tomar algo al atardecer, y más tarde, años después, esa noche que saltamos a oscuras una hoguera de san juan, deseando que llegaran los buenos tiempos. Luego le dejé solo, hasta que hace unos meses fui a buscarle y le traje conmigo. Y él, sin decir nada, apareció aquí, como un viejo conocido, distinto pero igual, con ganas de empezar casi de nuevo y casi tan contento como si fuera el primer día. Por todo eso, si casi diez años después, el ficus sigue así, tiene que ser por algo. O no. El caso es que no consigo creer que haya pasado tanto tiempo desde entonces, cuando pasaron tantas cosas.

Suena: Sweetheart/Ramirez Exposure